El Antiguo Testamento cuenta que el rey David gobernó al pueblo de Israel durante años con sabiduría y justicia y por ello, hasta el día de hoy, se canta una vieja canción judía que lo nombra como “el rey de Israel que vive y existe para siempre”.
No es casual que los seguidores del primer ministro Benjamín “Bibi” Netanyahu canten: “Bibi, rey de Israel”. Asumirá su quinto mandato y para julio de 2019 será el gobernante más longevo del Estado de Israel creado en 1948, superando incluso a la figura legendaria de David Ben Gurión.
En el año 2015 decíamos en esta misma columna que Netanyahu lograba interpretar -mejor que nadie- a la sociedad israelí. Y a pesar de que surgió un movimiento que le disputó palmo a palmo la elección, para ver cuál era el partido más votado, varios partidos religiosos y nacionalistas ya han manifestado que lo apoyarán para que asuma como primer ministro. Vale la pena recordar que en el sistema parlamentario israelí, de un total de 120 legisladores se necesita un mínimo de 61 para formar gobierno. La tarea de formarlo no necesariamente recae sobre el partido que ha logrado la mayor cantidad de escaños, ya que ningún partido en la historia del país ha logrado los 61 y, con ello, la mayoría absoluta. Por dicho motivo, siempre son gobiernos de coalición. El partido liderado por Netanyahu consiguió 35 escaños, su competidor inmediato 35 y luego -muy lejos- y con menos de diez escaños, hay otras formaciones políticas. Entre ellas el histórico y alicaído Partido Laborista, que apenas consiguió seis, la misma cantidad de mandatos que una coalición liderada por el antiguo Partido Comunista.
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La experiencia de poder de Netanyahu le ha servido para eclipsar una y otra vez liderazgos alternativos surgidos en sus filas que compiten por el voto nacionalista de derecha y de extrema derecha. Por el otro lado, hace tiempo que los partidos denominados “de izquierda”, que bregan por un acuerdo de paz con los palestinos, están en caída libre.
Lo notable de Netanyahu es que logra el triunfo en medio de numerosos escándalos de corrupción que lo involucran directamente (los cuales ha negado repetidamente) y frente a importantes medios de comunicación que lo combaten. El influyente diario Haaretz, en su columna editorial del día después de su victoria, incluso se atrevió a afirmar que su liderazgo ha convertido al país en una dictadura.
Pero ni las denuncias de corrupción, ni el poder fuerte que construyó logran sacudir su liderazgo, como tampoco los altos niveles de pobreza que contrastan con la imagen de un país floreciente. Según datos oficiales, el 21% de la población es pobre -y allí, el 29% por ciento de los niños y las niñas- y la pobreza alcanza al 69% para las personas desempleadas.
Veintitrés años después de su primera elección como primer ministro, Netanyahu está más vivo que nunca y por eso, sus seguidores dicen que es el “rey de Israel”. Por ahora no hay persona que logre destronarlo. Habrá que ver si lo hace el Poder Judicial.